Lluvia

8:46





"Torres, poned al pabellón sonrisa.
Poned ante ese mal y ese recelo,
una soberbia insinuación de brisa
y una tranquilidad de mar y cielo..." - Rubén Darío 




Besos regalas a caminantes sin destino
miradas perdidas, abrazos desesperados.
Nunca supiste aguantar las lágrimas
y ahora corren, mejillas abajo
para ver cuál es la primera en llegar a la carretera,
tierra firme sin olor a pena.

Desgarros recorren tu espalda,
llaman la atención a esos gritos que quieren ser escuchados.
Pasos en mitad de la noche y puertas que se cierran con candado,
ecos y susurros que se marchan de la mano.

Antes habrías mirado,
queriendo parar ese viento helado.
Pero ahora no importa, el aire corta,
y vestido con mantas se zarandea a tu lado.

Observas la lluvia a través de la ventana,
la melodía crea la danza de tu dedo y el cristal,
que recitan juntos frases amargas y valientes,
que saben confesiones que jamás contarás.

Te acercas despacio, necesito tocarte,
pero huyes de mi mano como pájaro espantado.
Sigo esperando que me alcances,
porque antes te habrías quedado.

Y me río de tus muecas,
de tus gestos, de tus labios
que necesitan de mí
pero se han vuelto cobardes.

Te faltó mirarme más despacio,
recorrerme sin prisas, beberme con descaro.
Te faltó gritarme, tenerme, arrancarme,
medirme las caderas, descubrir mil cuevas,
bailar a oscuras y acariciar las penas.

Te faltó insistirme un poco más,
tirarme de los hombros, arrancarme el pelo.
Te faltó besarme, repartidora de besos,
y pintarme para siempre en ese cristal empapado.  

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