Voy a buscarme




No me quedan más excusas
para evitar que aparezcas.
Se me ha apagado la imaginación.

No quiero saber de ti,
y no me atrevo a decírtelo a la cara.
¿Cómo salgo de algo en lo que yo misma me he metido?
¿Dónde estaba el sentido común
cuando decidí lanzarme a la piscina equivocada?

Mi mal humor ya supera la barrera
de lo que estaba dispuesta a pasar,
y es que no tengo ganas,
ni fuerza de voluntad
para volver a engañarme.

Me obligué a mirarte
y creer que acariciarte era bonito,
cuando solo quería salir de ahí.

Que me obligué a tocarte, joder,
para ver si sentía algo más
que repugnancia por mí misma.

Ya no me creo los cuentos,
las mariposas y las noches en vela.
Eso que debía aparecer y no sentí.
Solo quiero huir y ni eso puedo.

Me acerqué a ti con la fuerza 
de un huracán sin freno,
a prisas por intentar sobrevivir,
sin saber que contigo 
me estaba muriendo.

Me miro al espejo
y no encuentro más
que la sombra de otra.
Yo no soy esa.
En qué me he convertido.

Trago saliva 
y se me va la vida a las entrañas,
como queriendo buscar los restos
del error del cableado.
¿Qué salió mal?

No quise hacerte esto,
pero intentando evitarlo
llevé al desastre a tu puerta
como un regalo de bienvenida
de la locura en persona.

Perdóname si te miento
o si te respondo a deshora.
Estaba intentado sacar mi fuerza de la cama:
se ha roto los pies
y la llevo a rastras.

Después de esto me mirarán,
me mirarás,
y espero que un día no me importe
que sea rencor lo que vea.
Yo no te lo guardo.

Estoy aprendiendo a vivir con alguien
que me vacía la cabeza con una mirada
y me encanta.
Que me susurra cantando
y me desata.
Que me respira
y salgo de mí.

Ojalá lo hubiera asumido antes.
Ese lado no está hecho para alguien como yo.
Ojalá hubiera entendido mejor
las huellas que dejaron otros antes de mí.

Intentaré que seas el único,
y no el precedente de una catástrofe.

De aquí en adelante,
me lo prometo,
voy a buscarme.

Es difícil. Soy difícil.
Y lo siento.

Tu tormenta



No finjas que no vas a oírme, sabes que lo harás. 
No dejes que el orgullo se lo lleve todo. - Inmunes, Vanesa Martín

Empieza a llover y no tengo claro si de pena o desesperación.
Me dejé el paraguas en casa,
esperando que las nubes de tus ojos
no fueran más que mi miedo
intentando inventar excusas baratas.

Pero aquí está la tormenta
y no puedo evitar saber que ya me habías avisado.

No me importa mojarme,
correr bajo la lluvia
y que me persiga el torbellino.

Ya no tengo nada que perder.

Porque me acuerdo, y quiero olvidar.

Pero al mismo tiempo
recojo cada pedazo del puzle que me encuentro
e intento buscar la razón
por la que todo desapareció sin dejar rastro.

Recuerdo el primer día:
me soltaste un "Yo no soy fácil"
y fue el reto más bonito
que jamás me habían propuesto.

Pero no hay vencedor,
porque una batalla es de dos
y tú desapareciste sin siquiera probar a derrotarme.

Las noches me recuerdan a veces
que los monstruos siguen bajo tu manta,
que ya no me necesitas
y que tu sonrisa triste ha vuelto a aparecer.

En cada cajón aparece el olor de algo
que fue tuyo en alguna otra época
y que debió de perderse,
intentando encontrar a aquella que eras
y que ha desaparecido.

A veces me planto frente a tu puerta
y con el corazón en la mano intento acercarme.
Pero no puedo.

Seguramente te defraudé
en la maldita película que te montaste en tu cabeza,
porque ahora mismo allí debo de ser yo la única culpable.

No puedo hacerte ver las cosas como yo las entiendo.
Intentarlo, para mí, fue la mejor variable.

Y a partir de ahí tu mundo se aisló
y ya no tengo la culpa de que te hayas perdido.

Sí. Podríamos acabar con todo y volver a empezar.
¿Crees que merecería la pena?

Por mucho que queramos,
olvidar no es una de nuestras mejores cualidades.
Y perdonar... ¿cuál es su significado?

Rendirme no es una opción
y el rencor nunca ha estado en mis planes.
Creí que eso, al menos, lo sabrías.

Pero quizá no me conociste tan bien como creía.
Quizá no te conocí tan bien como creí.

Espero que, en algún momento,
te permitas volver a ser feliz.
Que las cuevas no sean para siempre tu hogar.
Que los cuervos no te coman los sueños de los ojos.
Que la tristeza la calle alguien que sepa lo que hace
y que tú, al mirarte al espejo,
vuelvas a encontrarte.

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