Fuego

6:38


"Por más que nos hacíamos los fuertes,
en el fondo tú el valiente que nos animaba"


Ahora bailas sola. El fuego se aviva y consume tus ganas. Ojos te miran. Ojos que cautivan y espantan esa dura determinación. Y ya no te atreves. Las lágrimas fluyen por tus mejillas después, pero no importa, porque él sigue contigo, de otra forma. Le agarras. Y le sueltas. Y le intentas soltar de tu alma también. Resulta casi imposible deshacerse de una espina clavada en el corazón. Sonrisas suaves y manchas oscuras en tu mirada. Claros de luna que pronto se esconden. Luciérnagas que se apagan. Ya no habrá historia, ni vida, ni mantas calientes. Sólo quedará el recuerdo y el deseo de volver a agarrar para no soltar jamás. La danza continúa e ilumina la luna tus dulces penas. Esas penas que arrastra el alma. Que arrancan ramas y levantan tierra, rojiza y amarga como la sangre. La noche contempla y permanece callada, pues admira la brisa que brota de tu aliento, de tus venas, y que se lleva el dolor mezclado con agua, aire y tierra.



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