Ella




He who slowly destroys his own self-esteem,
who does not allow himself to be helped,
who spends days on end complaining about his own bad luck, 
about the rain that never stops,
dies slowly - Martha Medeiros


Mírala.
Mirala a ella que fue la primera que me abandonó.
Mírala amar y amarse.
Cuánta belleza.

Desde que se fue ha aprendido 
a que no le quemen las alas de otros.
Ha buscado su luz.
Y qué luz.

Ojalá aún me reconociera 
cuando me descubre por las calles,
cuando le robo las margaritas 
o le atraso la hora del reloj.

Se ha convertido en todo 
lo que yo me negué a esperar.
Ella lo ha encontrado.

Ya no tira piedras a la luna,
baila para ella sin preocuparse 
de que su cuerpo desnudo se llene de cicatrices.

Ya no le importa que la vean, 
que la miren, que la toquen.
No le importa que la vida le pelee las jugadas.
Su guerra no la gana nadie más que ella.
Espada en mano y armadura de experiencia.

Le ha crecido el pelo.
Se lo ha vuelto a teñir.
Las pecas de primavera vuelven a asomar en su cara,
y por esa nariz que siempre odió.

Camina por la vida marcando los paseos de otros.
Acostumbrada a que nadie deje marca en ella,
mas que la lluvia de madrugada 
cuando se cansa de sobrevivir.

Suspira.
Resiste.
La felicidad no es más que un momento transitorio.
Volverá a sentir.

A veces, mientras el café se enfría, su mirada se vacía.
Me gustaría saber qué piensa,
por qué la sonrisa se le borra a veces,
qué hace que vuelva,
qué la hace gritar,
qué la empuja a subir al edificio más alto,
asomarse al vacío y sentir que las ganas de vivir
son tan fuertes que no la dejarán caer.

A veces acaricio su sombra en mi reflejo,
y sé que me mira de reojo cuando me distraigo.
Me gustaría volver a ver el amanecer en su mirada,
el miedo en su piel
y la valentía coronando su cuerpo.

Me gustaría bañarme en sus recuerdos,
volverme a tener.

Mírala.
Ella me abandonó antes que nadie.
Supo adivinar que quedarse 
no formaba parte de mis planes.
Mírala vivir.
Ojalá pudiera volver a ser ella.

Volvamos a casa




Me tumbo, cierro los ojos y escucho.
Escucho el repiqueteo de las gotas en la ventana,
el rugir del viento enfadado,
el crepitar de la llama que tiembla,
lo que dura un parpadeo de tu mirada.

Escucho y tiemblo
al oír tu sonrisa en cada suspiro,
la aspereza de las sabanas en tus manos,
el vendaval de tus pestañas
y el grito de guerra cuando buscan 
y no encuentran las cosquillas.

El silencio del reloj que espera sobre la mesa 
a que nos decidamos a empezar el día,
el pelo que resbala en tus caricias cada mañana
y el quejido de mis gafas cuando las abandono 
para ver un cuadro más bonito.

La luz que te brilla en las alas,
que me cuenta tu libertad
las veces que te has tirado de algún séptimo piso
y lo mucho que deseas seguir volando.

Escucho las llaves sobre la mesa
y el crujir del pasillo te delata.
El latido acelerado de nuestro corazón,
nuestro de tuyo y mío,
nuestro de mío para ti.

Escucho tu mirada en la mía,
tus labios que cantan para disimilar que quieren acercarse,
la melodía del peligro,
los segundos de silencio que cuesta decidirse a atacar.

Tus sueños sobrevolando los míos
en un avión con poco combustible
y ningún aeropuerto en el que aterrizar.

Mi respiración entrecortada
cuando me doy cuenta
de que has amanecido.

La tormenta de tu mirada,
que cambia el tiempo
con solo pestañear.

Ven, túmbate conmigo.
Escuchemos el roce de nuestras manos,
el intento de huida de la piel,
las alarmas activadas cuando se pierde la cabeza,
las carcajadas de dos cuerpos que se atacan por primera vez.
Volvamos a casa.

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